Hace unos años, leí un artículo que describía las fases de evolución de quien desea saber más de vinos. En un punto decía que dejaba de confiar ciegamente en las revistas especializadas y que iba por su cuenta, intentando descubrir algo nuevo, más adecuado a su persona.
Algo parecido pasó con este libro.
Estando cerca de un nivel peligrosamente cercano a cero de libros por leer, me topé con este tomo en la biblioteca y me lo llevé a casa. Empezaba de forma mejorable, pero me dije que había que darle una oportunidad. Como Darren Shan al principio de la primera novela de su más famosa saga, debí haberme ido antes.
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| Y eso que pintaba lindo |
El protagonista despierta, amnésico, sin saber quién es o por qué está en esa cama de hospital. Un principio poco original, pero el protagonista tampoco parece ser el clásico. Sigo leyendo. El amor y cariño que hay en su familia es notorio. Se introducen imágenes de nuevos personajes, y recuerda algunas cosas. Se va a casa de su hermana, luego viene otro hermano, después se van, y entran en batalla por un trono de un sitio llamado Ámbar. El protagonista no me cae bien, tampoco es interesante, ni siento ganas de saber si se salva o no de morirse.
Llegada a la página ciento veinte, me encuentro conque es una historia que, más que novela terminada, parece ese primer borrador que haces en Noviembre. Hasta hay partes de la historia que se resumen, y mal, en una frase. Y son hechos importantes.
Zelazny es muy ponderado, pero no veo nada de su talento en esta novela. Es como si los puntos más fuertes los haya visto mucho mejor desarrollados en otros sitios. Demasiados personajes, ninguno que genere interés, un protagonista que no llama a que queramos saber qué le va a pasar, un mundo que suena interesante pero que, con el correr de las páginas, va perdiendo su brillo, y la lista sigue.
Quizás, en otra novela, Zelazny muestre parte de eso que lo hizo ganador de varios premios literarios. Porque esta novela parece algo sacado a las apuradas, con demasiados personajes para que te importe, y una historia que pierde consistencia y continuidad.
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